Desde las 6.45 hs. hora en que suena el dichoso despertador: El primer (y a veces único) momento “lúcido” y tranquilo del día bajo la ducha, desayuno, “restauración”, despertar a los niños, vestir y arreglar al peque, llevar al peque a la guarde, irme con remordimiento de conciencia a trabajar, aguantar la mañana a base de cafés de máquina, comida en casa, recoger, hacer las camas, limpiar lo que de tiempo, recoger al enano de la guarde, jugar, prepararle la merienda, ir a recoger a la mayor, leer un rato mientras espero que salga de clase, resumen del día de cole, perseguirla para que haga los deberes, para que se duche, para que cene, preparar baños y cenas (todo esto con una “pegatina” de 22 meses adherida a mi pierna), poner lavadoras, plancha, preparar mochilas y ropa para el día siguiente. 21.00 hs. se duerme el peque, se acuesta la mayor, un rato con el santo, otro rato con el photoshop y la web, por fin un remanso de paz. Y si alguno de los enanos está enfermo, multiplicar las horas del día... y de la noche.
Incluir entre medias: las compras de la semana, las consultas médicas, las gestiones administrativas, las facturas del banco, las clases extraescolares, las horas extras en el curro, las charlas cuaresmales con mi santo, los atascos con el coche, la limpieza de la casa, dormir, ver CSI (imprescindible), sexo (sí, también los casados tenemos nuestro corazoncito...). Y los fines de semana, además: piscina, comida con los abuelos, primos, amigos, o lo que sea, más atascos... ¿alguien se presta a hacer de canguro para que vayamos al cine como cuando éramos novios?
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M.Carmen